martes, 10 de abril de 2018

contra viento y marea.

Yo ya me quemé con leche más de treinta veces y eso no me bastó para evitar la vaca. Repito la idea de que esta vez va a ser diferente y hasta no darme la pared en la frente no paro. No me interesa parar. Le meto para adelante porque siempre termino creyendo que quizás esta vez sí vale la pena, las ganas y el intento. El dolor que viene después no me alcanza como excusa para quedarme en el molde y no darme la chance de lanzarme de nuevo. Prefiero la herida y no el cuerpo impoluto y casto de no haberlo probado todo. El hueso es el límite. Lo que viene después es la verdad y me la banco. Y me banco lo que venga,antes que pensar que pegué la vuelta sin habérmela bancado. No me importa huir de nada que guarde en si la ínfima posibilidad de que esta vez puede ser diferente. No dejo posibilidades tiradas en la vereda para que venga un perro y las cague. Prefiero cagarla yo, si es que así está marcada la historia, pero no irme a la cama sin sentir que al menos hice mi parte.
Las trompadas que tengo en la cara son de intentos y no de silencios. Porque hace tiempo entendí que el único dolor que no estoy dispuesta a sentir es el de la duda y el miedo.
Las dudas me las saco y el miedo salta conmigo. Todo puede pasar. Todo. Pero huir es lo único que no se me cruza como opción. Esa es mi paz. Ponerme la mano en el corazón, sentir qué me está marcando y marchar. Lo que viene después, nunca depende sólo de mí. A veces es un bajón. Y sí. Pero apoyo la cabeza en la almohada con la certeza de que mi parte, la tengo saldada.






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