viernes, 6 de abril de 2018

nunca me enojé

  • Es que hay cosas muy simples que no entendés, como por ejemplo, que nunca me enojé. Nunca me enojé porque decías seguir queriéndome y en el mismo doble discurso me querías lejos. No, eso no. No me enojó nada de lo que salió de tu boca, porque mientras vos hablabas yo te miraba a los ojos, ahí es en donde me encontré con todo. 
    No me enojé nunca, lo que pasa es que te manejaste mal, te metiste en un jueguito de mierda... y ahí fue cuando empecé a preguntarme "¿Quién sos?", cuando dejé de reconocerte. 
    Vos dejaste de quererme, pasa que te daba miedo incluso decírtelo a vos y ahí la empezaste a cagar. Te manejaste mal conmigo, tan mal. Cuando uno ya no siente lo mismo lo sabe y no anda con pelotudeces si para coger hay gente a las vueltas. Incluso eso me pregunté "¿Soy ahora la cogida diaria? ¿A esta mierda nos hemos reducido?" Y ahí tampoco me enojé, me rompí. 
    No me enojé porque el amor tiene de mierda lo que tiene de hermoso, e incluso sus mierdas son hermosas si logramos asumirnos humanos y que todo puede cambiar y que todo puede terminar... así tengás que ponerte un embudo en los ojos y desembocar en un río e irte a la concha de la lora nadando en tus lágrimas, si es que no te ahogás. 
    No me enojé, porque yo también lo pasé y lo entiendo y lo respeto. No tuve ni tengo rencor. No tuve ni tengo ningún sentimiento negativo hacia vos. 
    Quedé aplastada en una calle fría, como un gato, para evaporarme después y volver a la tierra con otra forma. Eso es lo simple que no todos entienden, no podés revolver la mierda para ver si encontrás algo peor que sentir, para ver si sufrís un toque menos. Eso es lo simple, que nunca me enojé... que simplemente me llevé puesta una tropa de dudas y empecé a plantearme con quién carajo había estado tanto tiempo. 
    Eso no es enojo, el enojo es lo de menos, del enojo se vuelve (quizás). Eso es desilusión, ahí es cuando la puerta se cierra, ahí es cuando se termina... y eso también duele, pero ese tipo de dolores son necesarios. Necesitamos sabernos dolidos, para no dejar que nadie nos aplaste nunca más. 

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